
Mañana cumplimos 8 años de casados, Martha y yo. De aquel 12 de agosto guardo gratos recuerdos. A última hora tuve que llevar al salón el hielo de las bebidas y replete el carro hasta en los asientos con las bolsas de cubo de hielo; cuando termine tenia mojados todos los asientos salvo el del piloto, nunca imagine que cupieran 70 bolsas en un carrito tan chico.
Cuando empezó la misa, entro la novia, pero en lugar de la típica marcha de Mendelsohn tocaron una canción cristiana llamada “sumérgeme” que desde antes era mi favorita, claro que no era la apropiada para la ocasión pero la asumí como un signo de Dios, un regalo, como si el me quería decir de alguna manera que estaba feliz por el paso que íbamos a dar después de 2 años de noviazgo.
Ocho años se dicen fáciles y parecen pocos, pero bajo las condiciones de la vida actual ocho años son muchos más que el promedio que dura una relación, que anda entre los 2 o 3 años, algo así, por allí lo leí hace unos meses.
No soy muy afecto a hablar de cuestiones personales, por temor a terminar siendo “candil de la calle, oscuridad de la casa”; he visto fallar a tantos y a tan supuestamente grandes lideres en esto del matrimonio, que me doy por bien servido de haber llegado a este punto. Hacerle al icono y al experto en la materia me parece vano, inclusive dar un consejo a las jóvenes parejas me cuesta trabajo.
No conozco la formula del matrimonio feliz, quizás porque no la hay, puesto que vivir casado es eso: vivir, con todos los dramatismos y extremos que eso encierra. Y sobrevive una pareja no por ser la que más se ame, sabrá Dios como se cuantifica eso del amor, sobrevive la pareja por cuanta inteligencia emocional y gratuidad estén dispuestos a invertir en la relación. Y estas dos cosas, quizás solo Dios la pueda dar.
Cuando empezó la misa, entro la novia, pero en lugar de la típica marcha de Mendelsohn tocaron una canción cristiana llamada “sumérgeme” que desde antes era mi favorita, claro que no era la apropiada para la ocasión pero la asumí como un signo de Dios, un regalo, como si el me quería decir de alguna manera que estaba feliz por el paso que íbamos a dar después de 2 años de noviazgo.
Ocho años se dicen fáciles y parecen pocos, pero bajo las condiciones de la vida actual ocho años son muchos más que el promedio que dura una relación, que anda entre los 2 o 3 años, algo así, por allí lo leí hace unos meses.
No soy muy afecto a hablar de cuestiones personales, por temor a terminar siendo “candil de la calle, oscuridad de la casa”; he visto fallar a tantos y a tan supuestamente grandes lideres en esto del matrimonio, que me doy por bien servido de haber llegado a este punto. Hacerle al icono y al experto en la materia me parece vano, inclusive dar un consejo a las jóvenes parejas me cuesta trabajo.
No conozco la formula del matrimonio feliz, quizás porque no la hay, puesto que vivir casado es eso: vivir, con todos los dramatismos y extremos que eso encierra. Y sobrevive una pareja no por ser la que más se ame, sabrá Dios como se cuantifica eso del amor, sobrevive la pareja por cuanta inteligencia emocional y gratuidad estén dispuestos a invertir en la relación. Y estas dos cosas, quizás solo Dios la pueda dar.
Alcides
1 comentario:
Amor te falto algo muy muy impotante, la fidelidad.
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