
Mi amigo Fray Nelson publico en su pagina de internet un articulo que dio a llamar “yo quiero conocer a un agnóstico” (http://fraynelson.com/blog/?p=2402#more-2402), en el cual plantea las dificultades de ser realmente agnóstico, es decir, declaradamente y ciertamente incapaz de tener alguna verdad por cierta o falsa.
En ese tenor, el artículo me llevo a la reflexión que también el ateismo es un postura que realmente es insostetible, veamos porque:
La idea de Dios en el hombre es tan vieja como el mismo sobre la tierra, de donde venimos y a donde vamos mas allá de lo que podemos percatar en la materia son cuestiones que nos han inquietado al menos desde que somos homos sapiens.
La Filosofía misma nace como una búsqueda de respuestas ante estas cuestiones y todavía hoy cualquier sistema filosófico que se precie de ser serio debe partir de fijar su postura ante estos temas.
Algunos parten del axioma “Dios no existe” sin aportar la más mínima prueba de ella, ejemplo es el Existencialismo de Jean Paul Sartre; otros como el materialismo dialéctico de Hegel, Marx y otros presupone que esta idea de Dios es solo una búsqueda de consuelo ante el desamparo de sabernos solo polvo que vuelve al polvo al final del tiempo.
Santo Tomas de Aquino, o Tomas de Aquino si gustan aquellos dados a desgajarse las vestiduras por el uso del apelativo de santidad; es quizás el que aporto en el orbe filosófico teológico las mejores muestras de la existencia de ese ser trascendente que es denominamos Dios, son sus llamadas cinco vías; aunque todos estaremos de acuerdo en que son insuficientes en el sentido de que si bien son irrefutables, por si mismas no nos aportan la fuerza capaz de llegar a creer en la existencia de tal Dios.
Bien, pero volvamos al orden de lo cotidiano, en donde es fácil palpar en este mundo que se seculariza velozmente (nomenclatura religiosa para hacer notar que los episcopados y el clero pierde poder político) cada día se hace mas notorio el incremento de los autodenominados “ateos”, pero ¿son realmente ateos los ateos?.
Vayamos a la medula del asunto, un ateo debiera estar sustentado en lo que se supone es el antagónico de la fe, es decir, la razón, la cual parte del hecho explicado científicamente, mas concretamente el método científico.
Pero como hemos dicho, el método científico de la Filosofía no ha podido demostrar ni el si, ni el no de la existencia de Dios. Entonces por honestidad intelectual lo mínimo que debiera guardar un ateo es un escepticismo al respecto.
Pero vivimos en el fin de la efervescencia del cientificismo; tras el Renacimiento y la Revolución Industrial de origen europeos se nos fue repitiendo una y mil veces que en la ciencia y su hermana gemela la tecnología estaba la entrada a un mundo donde habitarían los superhombres, inclusive algunas religiones de corte seudo científico como el New Age vieron en ello una oportunidad de hacer parecer cumplidas sus premoniciones.
Y aquí estamos en pleno siglo XXI, con un sentimiento de extravió en las grandes masas; la religión a sido institucionalizada, es difícil entrar a Dios por esa puerta, pues como el mismo Jesús lo predijo: tienen la llave (¿quiénes?) pero ni entran, ni dejan entrar. Y en contraparte, el mundo, lo que se denomina el mundo y que son el consumismo, el hedonismo, la búsqueda del poder para someter a los demás, el vació existencial también nos han mostrado su mala cara.
En este sentido se explica porque tanto ateo hoy por hoy, más bien es gente desconcertada ante este escenario. Ante este aparente laberinto sin salida.
Pero entonces ¿A dónde dirigirse?, en lo personal, la experiencia decisiva y necesaria es reconocer la necesidad de Dios y, a partir de allí darle la oportunidad a Dios. Si partimos de lo que vemos y conocemos de los demás jamás terminaremos de tener obstáculos hacia la verdad. Por eso Dios es una experiencia personal e irrepetible.
En ese tenor, el artículo me llevo a la reflexión que también el ateismo es un postura que realmente es insostetible, veamos porque:
La idea de Dios en el hombre es tan vieja como el mismo sobre la tierra, de donde venimos y a donde vamos mas allá de lo que podemos percatar en la materia son cuestiones que nos han inquietado al menos desde que somos homos sapiens.
La Filosofía misma nace como una búsqueda de respuestas ante estas cuestiones y todavía hoy cualquier sistema filosófico que se precie de ser serio debe partir de fijar su postura ante estos temas.
Algunos parten del axioma “Dios no existe” sin aportar la más mínima prueba de ella, ejemplo es el Existencialismo de Jean Paul Sartre; otros como el materialismo dialéctico de Hegel, Marx y otros presupone que esta idea de Dios es solo una búsqueda de consuelo ante el desamparo de sabernos solo polvo que vuelve al polvo al final del tiempo.
Santo Tomas de Aquino, o Tomas de Aquino si gustan aquellos dados a desgajarse las vestiduras por el uso del apelativo de santidad; es quizás el que aporto en el orbe filosófico teológico las mejores muestras de la existencia de ese ser trascendente que es denominamos Dios, son sus llamadas cinco vías; aunque todos estaremos de acuerdo en que son insuficientes en el sentido de que si bien son irrefutables, por si mismas no nos aportan la fuerza capaz de llegar a creer en la existencia de tal Dios.
Bien, pero volvamos al orden de lo cotidiano, en donde es fácil palpar en este mundo que se seculariza velozmente (nomenclatura religiosa para hacer notar que los episcopados y el clero pierde poder político) cada día se hace mas notorio el incremento de los autodenominados “ateos”, pero ¿son realmente ateos los ateos?.
Vayamos a la medula del asunto, un ateo debiera estar sustentado en lo que se supone es el antagónico de la fe, es decir, la razón, la cual parte del hecho explicado científicamente, mas concretamente el método científico.
Pero como hemos dicho, el método científico de la Filosofía no ha podido demostrar ni el si, ni el no de la existencia de Dios. Entonces por honestidad intelectual lo mínimo que debiera guardar un ateo es un escepticismo al respecto.
Pero vivimos en el fin de la efervescencia del cientificismo; tras el Renacimiento y la Revolución Industrial de origen europeos se nos fue repitiendo una y mil veces que en la ciencia y su hermana gemela la tecnología estaba la entrada a un mundo donde habitarían los superhombres, inclusive algunas religiones de corte seudo científico como el New Age vieron en ello una oportunidad de hacer parecer cumplidas sus premoniciones.
Y aquí estamos en pleno siglo XXI, con un sentimiento de extravió en las grandes masas; la religión a sido institucionalizada, es difícil entrar a Dios por esa puerta, pues como el mismo Jesús lo predijo: tienen la llave (¿quiénes?) pero ni entran, ni dejan entrar. Y en contraparte, el mundo, lo que se denomina el mundo y que son el consumismo, el hedonismo, la búsqueda del poder para someter a los demás, el vació existencial también nos han mostrado su mala cara.
En este sentido se explica porque tanto ateo hoy por hoy, más bien es gente desconcertada ante este escenario. Ante este aparente laberinto sin salida.
Pero entonces ¿A dónde dirigirse?, en lo personal, la experiencia decisiva y necesaria es reconocer la necesidad de Dios y, a partir de allí darle la oportunidad a Dios. Si partimos de lo que vemos y conocemos de los demás jamás terminaremos de tener obstáculos hacia la verdad. Por eso Dios es una experiencia personal e irrepetible.