sábado, 28 de junio de 2008

Otredad.


Estoy leyendo "La llama doble" de Octavio Paz, uno de sus ultimos libros. Y me he topado con esa palabrita "otredad", la misma que uso en "El laberinto de la soledad" unos 35 años antes y, eso me trae a la mente la reflexion que hacia unos dias atras sobre Carlos Monsivais y su reincidencia obsesiva en el tema de la politica.

Octavio Paz fue pues, por lo visto un obsesionado, un apasionado sobre la otredad que padecemos, la otredad que son los otros y la otredad que es lo otro, lo intemporal, como lo llama el, que es Dios.

Creo, y esto lo he leido en varias partes, cualquier intelectual que se precie de serlo siempre tendra que dar su postura respecto del tema de la otredad, de Dios. Sea para aceptarlo como Chesterton, para negarlo como Sartre o para declararse esceptico como Unamuno. Todos se posicionaron alguna vez en sus vidas. Asi mismo, los simples mortales de la intelectualidad, el comun de nosotros, las masas, en su individualidad igualmente deben declararse en este tema, accion conciente o inconciente, al fin accion inevitable.

Alcides

viernes, 27 de junio de 2008

Lavame en tu sangre Señor.


En la mañana escuchaba una canción de Marcos Witt y me llamo la atención una estrofa que decía: lavame en tu sangre Señor. Me preguntaba que interpretación se le puede dar a esa frase; obviamente el sentido literal queda descartado, el Cristo histórico como lo llaman los teólogos modernos, ya no esta aquí. Sin duda se trata de una figura metafórica, es decir, de alguna manera valida Jesús nos lava con su sangre, es decir, nos limpia, por tanto su sangre tiene poder, o mas bien su sacrificio en la cruz que le costo la vida humana que poseía.
Para mi esta frase quiere decir que Jesús tenia conciencia de que venir a dejar su buena nueva, su esperanza, le costaría la vida; así que lavarse en su sangre es como impregnarse de ese sacrificio y sobre todo de ese evangelio.
Siempre he sido renuente al sentimentalismo superfluo que despierta en primera instancia la cruz, ¿Por qué?, porque se corre el riesgo de quedarnos allí, en el dolor por el dolor, sin el sentido trascendente y sin la dignidad con que Jesús debió asumir ese paso decisivo y doloroso.
Con tristeza he visto que muchas veces los creyentes hacen uso irreflexivo del lenguaje literario con que son catequizados o evangelizados; si bien este lenguaje en parábolas fue inaugurado por el mismo Cristo, también es cierto que el mismo desarrollo las interpretaciones para que no nos quedáramos solo con las figuras sino que aterrizáramos en lo concreto y real.
Alcides

jueves, 26 de junio de 2008

Los Ositos Marineros y el barquito perdido.



Hace mucho tiempo, sobre la orilla de un mar lejano estaban dos hermanos ositos viendo el azul de las olas lejanas, cuando de repente empezó a verse un barquito sin tripulación.
-¡mira!, dijo uno de los ositos a su hermano. Un barco allá sin nadie.
-No puede ser, dijo el otro.
-Si, si es, ¿vamos en la lancha de mi tío a verlo de cerca?.
-Sale, respondió el hermano y prontos se hicieron a la mar, turnándose en los remos para avanzar más rápido.
Llegando a el, se pusieron de lado y gritaron en forma de saludo, pero nadie les contesto. El mas aventado de los dos decidió subirse, el otro lo siguió un poco más atrás. Pero efectivamente el barquito estaba solo, no había nadie.
Entonces un osito dijo:
-¡Ya se, hermano!, vamos a buscar al dueño. Yo pido subirme al mástil, o sea el palo altote que traen los barcos, que sirve para poner las velas y que se suba alguien para guiar al capitán.
-Y yo seré el capitán, dijo el otro osito.
Así se hicieron mar adentro y pronto, como suele suceder los delfines empezaron a acompañarlos saltando contentos al lado del barquito.
EL osito que iba en el mástil les pregunto:
-Señores delfines, ¿ustedes no saben de quien es este barco?.
-No, no sabemos, dijeron al mismo tiempo todos los delfines. Y uno continuo: pero allá mas adelante, esta la señora ballena, ella conoce a todos los barcos de este mar.
-Si, dijo el osito en el mástil. Allá veo como sale un chorro de agua. Dale hacia allá hermano, dijo señalando con el dedo.
Y así el barquito fue presuroso hacia la ballena. Cuando llegaron cerca de ella le dijo el osito capitán, sacando la cabeza de la cabina:
-Buenos días, señora ballena, nos encontramos este barquito y queremos devolverlo pero no sabemos de quien, ¿usted podría decirnos de quien es?.
La señora ballena saco sus ojos del agua, vio detenidamente unos segundos el casco:
-SI, si es, su dueño es un niño llamado Carlitos que esta muy triste desde ayer porque se soltó el ancla de su barquito y ya no lo ha podido encontrar.
-¿y donde esta ese niño?, pregunto el osito en el mástil.
-Vayan en dirección recta, tal como van ahorita y en poco tiempo llegaran a un muelle, seguramente Carlitos andará cerca.
-Gracias, señora ballena. Dijeron ambos ositos y partieron presuroso hacia donde les había dicho.
Al rato sucedió como les había dicho la ballena, vieron un muelle y en el, sentado en la orilla, un niño.
El osito capitán hizo sonar el pito y Carlitos volteo inmediatamente. ¡Hey!, ¡hey!, aquí, aquí, decía desesperado creyendo que no lo habían visto aun lo ositos.
Cuando por fin el barquito se estaciono en el muelle, los ositos le explicaron lo sucedido: que se lo habían encontrado flotando a la deriva, que habían salido a buscar el duelo, los delfines, la ballena.
Así que Carlitos les agradeció mucho y los llevo de regreso a su casa. Desde entonces se hicieron muy buenos amigos los tres.
Alcides

miércoles, 25 de junio de 2008

Malas etiquetas


Cuando he tratado de dialogar con alguien sobre la situación de una tercera persona, a menudo, demasiado a menudo me topo con alguna etiqueta que no es mas que una predisposición a terminar el dialogo, por ejemplo: ¡pero si ese es un perdido!, no tiene remedio…
Clasificar es una actividad automática en nuestras mentes, eso lo entiendo, es por demás necesaria para poder esclarecer muchas cosas, pero quedarnos en la mera etiqueta de “borracho”, “drogadicto”, “mentiroso”, infiel”, etc. nos impide tener compasión por los demás; nos cierra la puerta para acceder a ese corazón que sin duda esta lastimado y necesitado de nosotros.
Peligroso negocio es jugar al judío que pasa de lado del necesitado, mientras que algún samaritano hace lo que nos tocaba, ¿Por qué?, porque todos algún día estaremos en el papel del menesteroso al lado del camino y, como dice la Biblia…allí será el rechinar de dientes.
Alcides

martes, 24 de junio de 2008

El ultimo Mozart


Si le preguntamos a cualquiera que no conozca de música clásica sobre quien es el compositor que prefiere en este genero, el 90% fluctuara su respuesta entre Beethoven, Vivaldi o Mozart; lo curioso es que los tres son los representantes de tres etapas muy diferentes de esta música.
En lo personal Mozart no me gusta, creo que no fue propiamente un artista en el sentido que hoy se entiende ese termino; mas bien fue un genio, si, eso imposible negarlo, un virtuoso y un prolífico compositor; pero que hacia música para entretener no como una búsqueda de transmitir una experiencia estética sino como eso, diversión.
Quizás esto se deba a que Mozart vivió muy poco tiempo, 33 años, si hubiera vivido mas, su obra hubiera desarrollado o mejor dicho experimentado nuevas formas de hacer música. De ello me queda el sabor al escuchar sus últimas sinfonías y sobre todo sus últimas sonatas y fantasías para piano. Creo que allí empezaba a despuntar un nuevo Mozart, mas del tipo Beethoven en cuanto a la innovación y la solidez del sonido. Pues es fácil advertir su alejamiento de ese carnaval de notas de cortos tiempos que suelen ser sus primeras obras.
Yo me quedo con ese ultimo Mozart, ese que se llevo la muerte, la locura, la pobreza y la incomprensión de sus contemporáneos.
Alcides

lunes, 23 de junio de 2008

El Sindrome de los niños solitarios.


Hoy esta muy de moda entre las parejas jovenes el querer tener pocos hijos, para darles la mejor vida posible se dicen entre si los esposos. Argumento valido y asunto necesario de abordar en una partenidad y sexualidad responsable. Ahora pues son comunes las familias de dos o maximo tres hijos.

Sin embargo, con tristeza empiezo a ver, ahora que voy al kinder por mi hija una vez a la semana, los niños si llegan a la escuela en carros lujosos, visten ropas de buena calidad, sin embargo son niños solitarios, que los papas tienen empleos absorventes, en los cuales no les permiten ni asistir al festival del dia del padre o del dia de la madre que organizan en las escuelas de sus hijos.

Es triste ver a esos niños solos, con la mejor ropa, pero alejados de la multitud mientras el festival transcurre porque su papa o su mama no asistieron y ellos se van a jugar solos.

Todos sabemos que darles lo mejor, no se refiere a lo economico, pero con el tiempo creo que vamos dejando nuestros hijos en segundo termino, como pensando..." si fallo en mi trabajo no tendre para hacer feliz a mi hijo".

domingo, 22 de junio de 2008

¿Por qué?


Si hay algo incomodo para los adentro de uno mismo, es cuando la vocecilla interior empieza a preguntarnos “¿Por qué?”, al menos a mi me sucede así, pues esa vocecilla no me suelta, quizás sea esa la famosa conciencia que no lo deja a uno hacer todo el mal que planea, quizás sea condición natural propia de la personalidad de cada quien y allá quien jamás ha escuchado tal voz, digo, porque pienso en Hitler o Nerón, ¿su vocecilla nunca les pregunto el “porque” de tanto daño que hicieron a los demás?.
No me estoy dando baño de pureza, bien sabe Dios que si algo abunda en mi es lo malo. A lo que voy es que hace días me vengo preguntando ¿Por qué escribir un Blog?, ¿necesidad de ser leído?, ¿Qué gano o que pierdo?...y sin planearlo he venido a acabar sentado aquí escribiendo estas líneas, lo cual me lleva a pensar en varios puntos:
Primero, que escribir me gusta, lo cual es obvio, pues lo he hecho desde que tenia 12 o 13 años, allá por la Secundaria, aunque nunca me había dado por publicarlo en algun medio, claro esta que no había Internet, ni computadoras personales, ni blogs, ni nada de esto que hoy tenemos casi todos hasta en casa. Así pues escribir viene siendo algo natural o una vocación, como todos tenemos muchas vocaciones. De músicos, poetas y locos todos tenemos un poco.
Segundo. Me gusta pensar, darle vuelta y vuelta a un asunto hasta desnudarlo lo mas posible; quitarle todo ese envoltorio que solemos darle a los problemas pequeños, que los hacen parecen inmensos. Se puede decir que encontrar la metafísica de las cosas, entendiendo por metafísica la búsqueda del principio primero de las cosas y no esa serie de supercherías y charlatanerías que hoy llaman metafísica ciertos círculos agnósticos.
Tercero. Siempre me ha gustado aprender cosas, datos biográficos, los diccionarios, libros de refranes, enciclopedias y citas de famosos son mis favoritas, leer novelas, cuentos, ensayos, todo eso me ha llevado poco a poco a tener la necesidad de decir o de escribir mejor dicho por mi mismo y en mis palabras lo que pienso, ¿Por qué?, porque solo el que lee le pierde el miedo a los libros y eso inevitablemente lo lleva a uno a querer escribir sus propias cosas; al menos en esto concuerdo con otro par de amigos que si son escritores profesionales.
Bien, hasta aquí dejaremos estas líneas, es domingo, la familia quiere desayunar y tengo que ir a comprar lo necesario.
Alcides


Eduardo Subirats
La muerte del arte y el último imbécil
Hace pocos meses se cerró una exposición de artistas latinoamericanos en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma). La colección era excelente en cuanto a la calidad de las obras individualmente consideradas. Algo llamaba sin embargo la atención. La exposición citaba “Nuevas tendencias”. Pero la totalidad de las obras, menos una, estaba seleccionada bajo un solo criterio: la abstracción geométrica. Y sus grandes representantes, de León Ferrari en Argentina a Jesús Soto en Venezuela, eran obras de los años 60 y 70. Para los curadores del Moma nada había sucedido desde entonces sobre la faz de América latina.
No voy a discutir hoy si los museos, las bienales o las salas de exposiciones tienen o deben tener una función expositiva y reflexiva, o deben decantarse por una misión normativa y aún legislativa. Desde su promulgación urbi et orbi de un international style en 1932, la institución del Moma se ha destacado por su profesión prescriptiva e imperativa. Pero la cuestión que deseo levantar aquí no es la miseria de estos poderes y sus exclusiones y censuras. Es el arte latinoamericano de las últimas décadas del siglo 20 y el arte latinoamericano de hoy.
La abstracción y la geometría constituyen momentos centrales del arte de todos los tiempos: desde las máscaras de las culturas africanas y amazónicas más antiguas, hasta los dioses y diosas de la Grecia clásica o el Renacimiento europeo. Lo subrayo porque a estas alturas de la historia es absurdo decretar como una tendencia, corriente o dogma artísticos definidos lo que, también en el arte moderno de Matisse, Klee o Kandinsky, constituye un aspecto constitutivo de una concepción más amplia de la obra de arte y de sus funciones. Sabemos o deberíamos saber que la abstracción es un aspecto, un momento, tanto desde el punto de vista de la historia de las corrientes artísticas modernas como desde el punto de vista de la creación o construcción de una forma y una experiencia artísticas. ¿Y el resto? ¿Dónde ha quedado lo que no solamente es abstracción en el arte moderno, y en nuestro caso en el arte latinoamericano? ¿Dónde se ocultaron sus emociones, sus pasiones, su visión del mundo? ¿Dónde sus cantos de alegría y sensualidad? ¿Dónde su desesperación?
La respuesta a estas preguntas es doble. Si uno viaja y pasea por galerías de arte, tiene el privilegio de conocer las bohemias artísticas de las ciudades del mundo y posee la rara capacidad de un juicio propio, se encontrará fatalmente con múltiples, con variadas y con inmensas expresiones artísticas. En América en particular las encuentra por igual en lugares perdidos –he conocido grandes artistas en la pobreza campesina del sertão brasileño– como en determinadas galerías que no suelen ser de todos modos las más sonadas. Una exposición de arte latinoamericano de las últimas décadas no puede ignorar una obra de la intensidad intelectual y de la sofisticación dibujística, cromática y textural que distinguen al mexicano Francisco Toledo. Ni puede olvidar la eficacia irónica de los arte-factos de Nicanor Parra, que sólo una mirada torpe puede clasificar en la etiqueta protocolaria de los neo-dadas, neo-pops y neo-posts norteamericanos. Tampoco puede censurar, como se censura, la existencia de una de las obras más extensas e intensas desde un punto de vista del dibujo, de la intensidad expresiva o de la profundidad lírica del hispano-argentino Jorge Castillo. Ni puede solapar el compromiso plástico del arte y la naturaleza en la era de su destrucción industrial en una obra plástica como la del brasileño Frans Krajcberg.
Pero existe un segundo camino para averiguar qué sucede con éstas y muchas otras expresiones contemporáneas de artistas en los espectáculos de la cultura globalmenbte administrada. Puedo acudir a una conferencia de un colega de la Universidad de Columbia y escuchar dictado teológico-teleológico, mil veces repetido, de la muerte del arte moderno. Que el arte desapareció en las telas blancas, puras y vacías de un último pintor norteamericano, que el nuevo arte se funde y confunde con el design, que la revolución artística global son los productos del arte pop, que el video ha superado y suprimido el arte, que vivimos en la era de los post y post-posts, y, en fin, que se acabó la función del arte, y que los nuevos dictados de galerías y museos los deben anunciar agentes profesionales de la bolsa y el mercado. Ni siquiera hace falta acudir a las aulas intelectualmente vacías del pensamiento corporativamente disciplinado de las universidades norteamericanas. Basta con escuchar a sus replicantes en cualquier universidad hemisférica-periférica. Para esta burocracia postintelectual simplemente no existe el arte. Andy Warhol y Fernando Botero se yerguen como iconos solitarios de su final, del final del humano, de la terminación de la historia –y del triunfo apoteósico de la imbecilidad.
Pero el problema que quiero subrayar aquí y ahora no es el cinismo y la imbecilidad de la crítica de arte que se autoproclama global en los centros de poder financiero internacional. Lo repito: la cuestión es América Latina. Cualquier mirada mínimamente sensible tiene que escandalizarse ante la discrepancia de este Zeit-Ungeist, esta falta de espíritu de nuestro tiempo histórico global, con la variedad y la intensidad de la creación artística de América Latina. Y cualquier sensibilidad crítica puede adivinar también el significado falsificador y colonizador que esta lógica nihilista de los posts y los finales tienen para nuestras amenazadas culturas y nuestras existencias dañadas.
Eduardo Subirats es escritor y profesor de literatura y estética en la Universidad de Nueva York. Su más reciente libro, La existencia sitiada, ha sido publicado en México.