viernes, 4 de abril de 2008

Cielo Estrellado.


Hace mucho tiempo que no me ponía a ver las estrellas, actividad que de niño mi papa tuvo el tino de inculcarnos. Algunas noches nos apagaba el televisor y nos sacaba –lo confieso- casi a rastras fuera de casa, claro esta en aquellos tiempos la ciudad no era tan grande, pues vivíamos en las orillas y hoy su casa esta casi en el centro. Así que desde el patio nos enseñaba tales y cuales constelaciones; las cuales por cierto, después de casi treinta años allí siguen juntitas unas estrellas de otras, formando osos, arados, rebaños de ovejas y otras cosas fantasiosas.
Ahorita que estaba viendo hacia arriba, me preguntaba que cambiaria si una de esas minúsculas y millonarias dejara de brillar, nada supongo y sin embargo cuanta molestia se tomo Dios para ponerla allí y, mas aun, considerando que no son cosillas simples sino verdaderas gigantes a distancias infinitas. ¿Para que tomarse tanto trabajo de parte de Dios?.
En momentos me retraía de observar fijamente el firmamento y volvía a la tierra, escuchaba perros a los lejos que correteaban el ruido de un carro de nieves y, me parecía otro milagro inmenso y ordinario, el milagro de la vida y de la inteligencia que hay en este mundo. Alguien definió a Dios como un creador de creadores, creadores que hicieron los motores de combustión de interna, la nieve de chorro sabor vainilla y la música típica de los vendedores que van por la calle, creo que la canción se llama “cajita de música”, la he escuchado por allí en un disco de Richard Clayderman.
Y yo por un momento quisiera que la vida fuera contemplación, quedarse allí viendo al infinito, pero la vida es vivirla, los momentos como este sirven para revaluar y reubicarnos en la creación del universo. Como un ínfimo átomo, pero con las conciencia del ser.