miércoles, 17 de septiembre de 2008

La falsa humildad.


Aunque en lo personal sea poco afecto a la jerarquía eclesial, pues me parece que se han distanciado en su mayoría del sentido mismo de lo que es la Iglesia no deja de llamarme la atención como muchos desde fuera viven esperando cualquier acto del clero para anunciarlo a los cuatro vientos como una desfachatez, una falta de humildad que debieran propugnar desde los altares y en fin toda clase de descalificativos.

Todos estos vecinos de enfrente, parecieran asumir, que el ser católico y si se tiene algun rango en particular dentro de esta Iglesia, obliga a tener o ejercer una humildad que raya el apocamiento, en la flagelación, en la mortificación de la carne y a saber cuantas otras castraciones. Como si para ser católico fuera menester aparte de ser estupido (por aquello de que la fe es una reverenda pendejada), vivir apocado, lamentándose por las culpas que se van a cometer y llorando por lo que hicieron Adán y Eva.

A mi me paso lo contrario, cuanto fui ateo y, lo fui de corazón, no nomás por la flojera de tener que ir a misa los domingos (cosa que sigo sin hacer muy a menudo), me llamo la atención algunos católicos que vivían mas libres que yo que me decía libre del yugo lacerante de la fe. A esa gente les demostraba todo mi odio y rencor, algunos hasta mi lastima por vivir enajenados por un dios triste y egoísta; sin embargo, ninguno jamás me pago con la misma moneda, llegaban a casa y me saludaban con una sonrisa sincera, me daban un apretón de mano fuerte. Eso, carajo, a mi me gano en el corazón. Por allí entro Dios en mi vida.

Claro esta, que cuando veo el espectáculo que monta algun obispo y sobre todo cierto cardenal, me da pena mi Iglesia, le doy la razón a los que dicen que estamos jodidos. Pero ellos no son toda la Iglesia, son a lo sumo, esas uvas podridas que se colaron poco a poco hasta llegar a creerse y auto instituirse como la champagne de la fiesta. Pero tampoco me trago eso de que debamos de vivir, debido a nuestra pecaminosa naturaleza mortificando el cuerpo, esa bazofia de espiritualidad solo conduce a la beateria, a la ortodoxia.

Así que, para mi, ser católico, creyente y cristiano es ante todo ser libres y, ser libres a veces pareciera ser engreído, sobre todo si el que nos critica es uno de esos vecinos de enfrente, de esos apocados que le temen a Dios (aunque claro esta, hay dignos vecinos).

Alcides

La Revolución que se avecina.



Cada generación de humanos tiene como misión y vocación hacer el cambio respecto de la anterior, eso nos hace crecer como humanidad y como individuos. Romper pues con el pasado es imperativo, tarea irrenunciable.

Esta revolución a la que hemos sido llamados por el solo hecho de ser humanos nace desde dentro, en la conciencia personal. Al respecto ya se ha dicho mucho que una revolución se hace manifiesta cuando ya habita en la mayoría de los individuos; la manifestación es solo el ultimo de los signos y, por tanto no importa ya el precio que suele tener una revolución: el sacrificio en aras del cambio, la inmolación misma, el heroísmo anonimo.

Ahora bien, hablamos de la revolución en términos de confrontación de generaciones, pero, ¿qué es una generación?, para los términos de confabular una revolución seria ilusorio remitirla a un periodo exacto de tiempo, es decir, no todas las generaciones duran el mismo tiempo, ni atienden a los 20 años que marca la sociología. Una generación puede durar siglos, inclusive milenios, por ejemplo: el predominio del machismo social lleva al menos cinco mil años, en contraste, el romanticismo en la música clásica duro apenas cien años.

El hombre es un ser cultural, vive dentro de ciertas reglas, paradigmas, artes, dogmas, leyes, ética y moral. Allí, en ese mundo cultural es donde debe crear la explosión revolucionaria, para mejorarla. Debe derribar lo que esta demás, lo que es falso, aquello en lo que se equivoco la generación anterior.

Planteado así, nuestra generación pareciera tener un lugar privilegiado: conoce como nunca el pasado, además, la ciencia y la tecnología ponen a su disposición elementos que facilitarían este cambio; mas sin embargo, nada pasa, no llega la revolución, ¿Por qué?, en mi opinión es que nos han tomado por sorpresa el crecimiento exponencial de la ciencia y la tecnología, acabando con demasiados paradigmas, mitos y dogmas que aun estamos perplejos ante el nuevo escenario, en otras palabras, no sabemos para donde ir, hacia donde dirigir las baterías de cañones revolucionarios. No sabemos comos ser rebeldes. Así que ante el espectáculo pirotécnico que nos montan los científicos, la neotecnologia, los medios de comunicación y todo eso que se llama modernidad nos quedamos perplejos, anonadados.

Una primera reacción, errónea a mi ver, es que este nuevo mundo que se nos ofrece nos ha asqueado, no nos satisface ser mera mercancía y producto, mano de obra barata, tecnócratas y burócratas. Y para escapar de esa nausea buscamos justamente en el origen de los males. He allí el error, queremos huir del consumismo y para ello nos volvemos adictos al consumo, consumo de lo que sea, no importa, inclusive puede ser de algo mortal como las drogas.

Sin embargo, a pesar de que todo parece gris, que la humanidad se equivoco, que ha pecado de omision, no es así, algunos, los menos, sobre todo los artistas han empezado a fabricar esa revolución, ¿cómo?, en volver la mirada a los trascendente, a lo espiritual, a aquellas razones que solo entiende el corazón, a aquello que desechamos al principio de esta generación en nombre del racionalismo, si, ese racionalismo que nos lleno de soberbia y que nos hizo decir que solo había materia.

Alcides

martes, 16 de septiembre de 2008

Las Sinfonias de Beethoven


Las obras mas conocidas de Beethoven son sin dudas las sinfonías, de las cuales, si bien no fue inventor, si fue quien dio un giro total en su concepción y sentido, no por nada es el principal representante del periodo romántico en la música orquestal.
Ahora bien, Beethoven compuso nueve sinfonías y dejo una inconclusa, de la cual, en internet se puede escuchar el bosquejo que llevaba realizado hasta que la muerte vino a visitarlo.
Cuando uno escucha las nueve sinfonías, resulta claro distinguir dos periodos en su composición. Las primeras cuatro no logran del todo separarse del clasicismo y la influencia de Amadeus Mozart y Joseph Haydn son evidentes, sin embargo para la quinta logra desde las primeras notas mostrarse netamente innovador y, asi sigue hasta la octava, pero al llegar a la novena creo que empezaba un nuevo ciclo que no logro ahondar en el, aunque claro esta la novena, es sublime por si sola y, no por nada es considerada la mejor de todas las sinfonías jamás escritas.
Para mi las sinfonías son un subgénero difícil de apreciar, he buscado las causas de esto y solo atisbo a pensar que se deben a su extensión ya que la concentración en algo especifico nunca ha sido mi don especial y atendiendo a lo que se dice del genero masculino, todos adolecemos de tal mal. Pronto pues nuestra mente esta divariando sobre el conejo de la luna con lo cual se pierde el hilo tan necesario para apreciar una sinfonía, ya que en un mismo movimientos los contrastes son muy comunes; así pues, escuchar a Beethoven y sus sinfonías ha sido tarea ardua que me ha llevado algo así como dos años. Pero, sin duda son de las mejores que he escuchado junto con la Sinfonía Fantástica de Héctor Beriloz, la Patética de Tchaikovsky y la segunda de Schumann.
Alcides

Noches de Boda



Que el maquillaje no apague tu risa,

que el equipaje no lastre tus alas,

que el calendario no venga con prisas,

que el diccionario detenga las balas.


Que las persianas corrijan la aurora,

que gane el quiero la guerra del puedo,

que los que esperan no cuenten las horas,

que los que matan se mueran de miedo.


Que el fin del mundo te pille bailando,

que el escenario me tiña las canas,

que nunca sepas ni cómo,

ni cuándo,ni ciento volando, ni ayer ni mañana.


Que el corazón no se pase de moda,

que los otoños te doren la piel,

que cada noche sea noche de bodas,

que no se ponga la luna de miel.


Que todas las noches sean noches de boda,

que todas las lunas sean lunas de miel.


Que las verdades no tengan complejos,

que las mentiras parezcan mentira,

que no te den la razón los espejos,

que te aproveche mirar lo que miras.



Que no se ocupe de ti el desamparo,

que cada cena sea tu última cena,

que ser valiente no salga tan caro,

que ser cobarde no valga la pena.


Que no te compren por menos de nada,

que no te vendan amor sin espinas,

que no te duerman con cuentos de hadas,

que no te cierren el bar de la esquina.


Joaquin Sabina

lunes, 15 de septiembre de 2008

Reflexiones de un pecador


Si tuviese algun don mágico,
quizás pediría exentar el trajín diario,
que a mi cuerpo y a mi alma
abonan eso que llaman pecado.

Aunque la palabrita en si,
no me llama al miedo,
ni me llama a escándalos,
yo que vivo aquí dentro,
confieso que es el pan nuestro.

Eso de ser un doctor en moral
o un beato buscando el martirio
por Dios que me aburre,
quizás por ello en el lodo
se me descubre,
con arma, cartera y sangre hasta el codo.

Mas a pesar de todo y,
contra lo que opinan los bobos.
Yo digo:
¡bendito pecado!
¡leal pecado!
¡sincero pecado!,
¿Por qué?
porque dejas ver
lo que en el fondo de tu botella
se anida,
no engañas a nadie,
a todos nos muestras como es la salida.
el trance es bello, ni hablar,
pero al abrirse la puerta de atrás…
allí es el llanto y de los dientes el rechinar.

No es virtud de nosotros,
ni contra peso alguno,
esa voz que nos dice al oído
cuando nos vamos contigo,
“mira que mal te paga el pecado”,
eres tu mismo señor don pecado,
haciendo un acto de mia culpa,
mia culpa, conmigo serás desdichado.

Y aun así, con tantos avisos,
no conozco a ninguno
-siendo sinceros-
que de noche en noche,
hacia tu calle no envista su coche.
Por eso ríes sincero,
a carcajadas,
cuando tocamos a tu puerta,
lo moralmente ya haz hecho,
-advertirnos-
señor don pecado
y si aun a nosotros nos vale,
¡carajo, tu ya hiciste tu trabajo!
¡venga! ¡ a divertirse!
¡que ya mañana será el arrepentirse!.


Alcides