miércoles, 17 de septiembre de 2008

La Revolución que se avecina.



Cada generación de humanos tiene como misión y vocación hacer el cambio respecto de la anterior, eso nos hace crecer como humanidad y como individuos. Romper pues con el pasado es imperativo, tarea irrenunciable.

Esta revolución a la que hemos sido llamados por el solo hecho de ser humanos nace desde dentro, en la conciencia personal. Al respecto ya se ha dicho mucho que una revolución se hace manifiesta cuando ya habita en la mayoría de los individuos; la manifestación es solo el ultimo de los signos y, por tanto no importa ya el precio que suele tener una revolución: el sacrificio en aras del cambio, la inmolación misma, el heroísmo anonimo.

Ahora bien, hablamos de la revolución en términos de confrontación de generaciones, pero, ¿qué es una generación?, para los términos de confabular una revolución seria ilusorio remitirla a un periodo exacto de tiempo, es decir, no todas las generaciones duran el mismo tiempo, ni atienden a los 20 años que marca la sociología. Una generación puede durar siglos, inclusive milenios, por ejemplo: el predominio del machismo social lleva al menos cinco mil años, en contraste, el romanticismo en la música clásica duro apenas cien años.

El hombre es un ser cultural, vive dentro de ciertas reglas, paradigmas, artes, dogmas, leyes, ética y moral. Allí, en ese mundo cultural es donde debe crear la explosión revolucionaria, para mejorarla. Debe derribar lo que esta demás, lo que es falso, aquello en lo que se equivoco la generación anterior.

Planteado así, nuestra generación pareciera tener un lugar privilegiado: conoce como nunca el pasado, además, la ciencia y la tecnología ponen a su disposición elementos que facilitarían este cambio; mas sin embargo, nada pasa, no llega la revolución, ¿Por qué?, en mi opinión es que nos han tomado por sorpresa el crecimiento exponencial de la ciencia y la tecnología, acabando con demasiados paradigmas, mitos y dogmas que aun estamos perplejos ante el nuevo escenario, en otras palabras, no sabemos para donde ir, hacia donde dirigir las baterías de cañones revolucionarios. No sabemos comos ser rebeldes. Así que ante el espectáculo pirotécnico que nos montan los científicos, la neotecnologia, los medios de comunicación y todo eso que se llama modernidad nos quedamos perplejos, anonadados.

Una primera reacción, errónea a mi ver, es que este nuevo mundo que se nos ofrece nos ha asqueado, no nos satisface ser mera mercancía y producto, mano de obra barata, tecnócratas y burócratas. Y para escapar de esa nausea buscamos justamente en el origen de los males. He allí el error, queremos huir del consumismo y para ello nos volvemos adictos al consumo, consumo de lo que sea, no importa, inclusive puede ser de algo mortal como las drogas.

Sin embargo, a pesar de que todo parece gris, que la humanidad se equivoco, que ha pecado de omision, no es así, algunos, los menos, sobre todo los artistas han empezado a fabricar esa revolución, ¿cómo?, en volver la mirada a los trascendente, a lo espiritual, a aquellas razones que solo entiende el corazón, a aquello que desechamos al principio de esta generación en nombre del racionalismo, si, ese racionalismo que nos lleno de soberbia y que nos hizo decir que solo había materia.

Alcides

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