sábado, 1 de noviembre de 2008

Escuchar


Somos lo que escuchamos, es decir, la música que nos gusta refleja mucho de lo que hay dentro de nosotros. No se le puede pedir peras al olmo, así tampoco se puede esperar mucho de una persona que escucha solo un tipo de música de ínfima calidad artística.
Somos lo que escuchamos y en esos límites nos movemos, o sea, la gama de música que oímos es también un reflejo de nuestra tolerancia, de nuestra capacidad de abrirnos a nuevas opciones y visiones.
Schopenhauer, el filosofo, fue el que dijo que la música es la expresión artística por excelencia, es decir, la que mas fácilmente nos induce a la experiencia artística, al éxtasis; la música es la que mas fácilmente nos puede decir algo, pues entra sola al oído, se nos va al cerebro, al subconsciente y nos empieza a despertar, a seducir, a decirnos cosas que creíamos dormidas, olvidadas, perdidas. Por eso todos escuchamos música, la diferencia esta en lo que escuchamos. Lo mas fácil es buscar el ritmo, es lo pegajoso, no importa mucho lo que diga, el ritmo por si mismo nos hipnotiza, nos hace maquinitas bailadoras, nos llena de alegría, alegría fácil y contagiosa, alegría que no es mala, pero quedarse para siempre estacionado allí es lo que empobrece, lo que cuarta la posibilidad de encontrar, buscar, descubrir y hasta de inventar otras cosas.

Alcides

martes, 28 de octubre de 2008

Leer.



Leer puede ser una obligación o puede ser un placer, leer puede ser esa miserable tarea de segundo de secundaria acabando por resumir en cuatro cuartillas Santa de Federico Gamboa o puede ser el placer de releer tres veces el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz.
Leer puede ser la puerta de entrada al mundo que son otras personas, esa dimensión desconocida de otros credos, otras culturas, otras indiosicracias, otra forma de ver el mundo y a uno mismo.
Leer no empobrece aunque leas lo más miserable de la literatura, aunque leas Sensacional de Vaqueros, ¿Por qué?, porque te va despertando el hambre por ir más allá, por ver que dicen los libros sin dibujitos.
Cuando era niño siempre me inquietaba saber el porque mi Papa era capaz de estar horas con un libro sin dibujos entre las manos, luego no avanzaba de pagina, estaba como en éxtasis, creo que ese ejemplo silencioso fue el que me acerco a la lectura. Luego esos libros se los rayaba, se los rompía en mis juegos y el nunca me dijo nada, nunca me regaño por destruirlos, así le perdí el miedo a los libros, los libros son de los mejores amigos que puede tener uno.

Alcides