
Llegar a viejo, morir, volverse un recuerdo en unos cuantos y después la nada aparente, es un destino irreversible que pareciera cernirse como una maldición sobre todos en algun momento de la vida.
De entrada, esto se debe, a mi ver, a que el humano es en su dimensión espiritual es eterno y, por tanto, esa área de nuestro ser exige una solución ante la disyuntiva que es la vida, es decir, ¿somos solo polvo que vuelve al polvo?, o ¿somos eternidad atrapada en perenne materia?, de la respuesta que demos a estas cuestiones se suscita un sinfín de respuestas que a su vez presentamos a la vida y también ante la muerte.
Hemos sido sacados de la naturaleza para dominarla, los demás seres actúan a lo sumo por un impulso desconocido que solemos llamar instinto, así pues, nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin aparentar la mas mínima preocupación por su destino en la eternidad; sin embargo nosotros tenemos conciencia de nuestra situación transitoria en esta vida y requerimos respuestas, ¿somos solo resultado de una combinación afortunada de elementos químicos, que con el paso de millones de años devino en esto que somos ahora?, o ¿fuimos creados por un Dios para compartir con el su omnipotencia, omnisciencia, omnisapiencia, omnipresencia, etc. y esta vida es solo una muestra de lo venidero?.
La idea de un Dios, no puede ser menospreciada a priori en aras de un racionalismo que en el fondo solo es –paradójicamente- un prejuicio que desdeña sin mas lo intangible por ser verificable solo por la voluntad personal, es decir la fe.
Así pues, como decía al principio, tarde o temprano, generalmente tarde, nos llegan estos cuestionamientos a la mente. La vejez, una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, lo inexplicable del sentido mismo del dolor, nos dejan de pronto parados a la orilla del precipicio de nuestra fragilidad como humanos y es entonces cuando empezamos a buscar estas respuestas.
Para mi, como para muchísimos mas, la respuesta ante la vida es que estamos aquí por un designio divino, es decir, hemos sidos insertados en esta vida como un regalo primero de Dios, mas sin embargo El, al crearnos no ha omitido nuestro libre albedrío para decidir si tomamos ese Don que es la eternidad. En otras palabras, se podría decir que estamos en una especie de examen de admisión para la eternidad.
Bajo esta condición de la materia en la que estamos, nuestro entendimiento es necesariamente limitado, “vemos borroso, como entre nubes, pero el último día veremos plenamente la gloria de Dios” dice La Biblia, es decir, intuimos, presentimos un Dios, pero nuestra propia condición nos impide poder apreciarla en todo su esplendor.
En este punto, seria fácil concluir que cualquiera puede entonces buscar a Dios como pueda, bastándose con su propio esfuerzo, pues tal es nuestra condición y que nada de reprochable hay en ello.
De entrada podría decirse que si, sin embargo seria afirmar que Dios nos ha condenado a una orfandad en esta vida, pero ello no es así, para poder tener una certeza de eternidad a sido insertado Cristo en la historia, el es pues, el camino, la verdad y la vida, fuera de el subsiste ese sentimiento de desamparo ante la magnificencia de Dios y sus obras, sin Cristo se puede creer en Dios, pero ese Dios es visto como un gran extraño; mas junto a El, junto a Cristo hay la confianza de sentirse amado por Dios, de poder llamarlo Padre, de sentirse coherederos de su amor y por tanto es un deber comunicar esa experiencia de amor a los demás en este mundo que carece precisamente de ello.
De entrada, esto se debe, a mi ver, a que el humano es en su dimensión espiritual es eterno y, por tanto, esa área de nuestro ser exige una solución ante la disyuntiva que es la vida, es decir, ¿somos solo polvo que vuelve al polvo?, o ¿somos eternidad atrapada en perenne materia?, de la respuesta que demos a estas cuestiones se suscita un sinfín de respuestas que a su vez presentamos a la vida y también ante la muerte.
Hemos sido sacados de la naturaleza para dominarla, los demás seres actúan a lo sumo por un impulso desconocido que solemos llamar instinto, así pues, nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin aparentar la mas mínima preocupación por su destino en la eternidad; sin embargo nosotros tenemos conciencia de nuestra situación transitoria en esta vida y requerimos respuestas, ¿somos solo resultado de una combinación afortunada de elementos químicos, que con el paso de millones de años devino en esto que somos ahora?, o ¿fuimos creados por un Dios para compartir con el su omnipotencia, omnisciencia, omnisapiencia, omnipresencia, etc. y esta vida es solo una muestra de lo venidero?.
La idea de un Dios, no puede ser menospreciada a priori en aras de un racionalismo que en el fondo solo es –paradójicamente- un prejuicio que desdeña sin mas lo intangible por ser verificable solo por la voluntad personal, es decir la fe.
Así pues, como decía al principio, tarde o temprano, generalmente tarde, nos llegan estos cuestionamientos a la mente. La vejez, una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, lo inexplicable del sentido mismo del dolor, nos dejan de pronto parados a la orilla del precipicio de nuestra fragilidad como humanos y es entonces cuando empezamos a buscar estas respuestas.
Para mi, como para muchísimos mas, la respuesta ante la vida es que estamos aquí por un designio divino, es decir, hemos sidos insertados en esta vida como un regalo primero de Dios, mas sin embargo El, al crearnos no ha omitido nuestro libre albedrío para decidir si tomamos ese Don que es la eternidad. En otras palabras, se podría decir que estamos en una especie de examen de admisión para la eternidad.
Bajo esta condición de la materia en la que estamos, nuestro entendimiento es necesariamente limitado, “vemos borroso, como entre nubes, pero el último día veremos plenamente la gloria de Dios” dice La Biblia, es decir, intuimos, presentimos un Dios, pero nuestra propia condición nos impide poder apreciarla en todo su esplendor.
En este punto, seria fácil concluir que cualquiera puede entonces buscar a Dios como pueda, bastándose con su propio esfuerzo, pues tal es nuestra condición y que nada de reprochable hay en ello.
De entrada podría decirse que si, sin embargo seria afirmar que Dios nos ha condenado a una orfandad en esta vida, pero ello no es así, para poder tener una certeza de eternidad a sido insertado Cristo en la historia, el es pues, el camino, la verdad y la vida, fuera de el subsiste ese sentimiento de desamparo ante la magnificencia de Dios y sus obras, sin Cristo se puede creer en Dios, pero ese Dios es visto como un gran extraño; mas junto a El, junto a Cristo hay la confianza de sentirse amado por Dios, de poder llamarlo Padre, de sentirse coherederos de su amor y por tanto es un deber comunicar esa experiencia de amor a los demás en este mundo que carece precisamente de ello.
Alcides