viernes, 28 de diciembre de 2007

Spe Salvi: el nuevo Ratzinger



Relata el obispo San Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia, en su celebre libro Confesiones que cuando fue propuesto a vox populli para el sacerdocio rogó con todos los argumentos posibles y hasta con llanto para no ser depositario de tal cargo, lo anterior debido a que en los primeros siglos del cristianismo el sacerdote era elegido de entre los miembros de la comunidad por estos mismos.
Me imagino que lo mismo sucedió mas o menos en el fuero interior del cardenal Joseph Ratzinger durante el conclave que lo designo nuevo pontífice, ¿Por qué?, porque no es ningún secreto que Ratzinger es un teórico total, un hombre dedicado al estudio, un doctor en teología que toda su vida se alejo de los reflectores, pero cuya influencia durante el papado de Juan Pablo II fue decisivo y sin duda llego a ser su brazo derecho; así que un puesto como el de papa no debió estar entre sus planes, así como para San Agustín tampoco lo estaba en su momento, pues el soñaba con dedicarse al estudio plenamente.
Precisamente desde un principio nuestro nuevo pontífice fue sumamente criticado por este origen y vocación meramente intelectual, totalmente contraria a la de su predecesor, un Karol Vojktila que gustaba de las masas y que no por nada fue llamado “el papa viajero”.
Entonces, aquí tenemos en su segunda carta encíclica a un Benedicto XVI que trata de darse a entender, el sabe que ya no puede usar un lenguaje de erudición, sino que hoy sus escritos deben ser dirigidos a las personas de las mas contrastantes formaciones intelectuales. Sin embargo (y esto no es un “pero”) no puede dejar de hacer uso de su basto conocimiento pues en este documento presto hace referencia a clásicos de la literatura como Dovstojeski, como a grandes filósofos (E. Kant o Platón). Es decir, es un documento profundo, pero no por ello de difícil lectura.; pues no faltan las explicaciones con vidas de santos o inclusive el final de la encíclica muestra un poco el lado poético de nuestro Papa.
No faltara el que señale de arcaico y retrogrado a lo expuesto aquí por Benedicto XVI, ese es el precio mínimo que hay que pagar por sostenerse en la verdad; sin embargo las acusaciones provendrán de grupos a favor de que el catolicismo y el cristianismo en general se vuelva un mero relativismo moral, es decir, que sea el individuo el que decida por si mismo que es pecado y que no: ¿el aborto?, ¿la eutanasia?, ¿la homosexualidad activa?. ¿el ecumenismo sin importar donde esta la verdad?, ¿el divorcio?, pero al final como dijo Jesús “por sus frutos los conocerán”.

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