Hace unos días me desperté como es costumbre a la misma hora de entre semana, claro que no gracias a mi, sino gracias al celular que trae la función de alarma y que con franqueza le robo otros cinco minutos mas casi a diario, luego la serie de actos normales previos a la oficina: el baño, el desayuno, llevar las niñas, el carro, las calles, empezar a leer los reportes por mensaje que me envían los compañeros de trabajo que laboran durante la noche. No digo que sea una vida cosmopolita, pero si es algo muy común para todos. De pronto a media mañana veo en Internet la foto de una nueva tribu descubierta en el Amazonas de Brasil que nunca ha tenido contacto con la civilización, los cuales en las fotos se ven atacando con arcos y flechas al helicóptero que logro localizarlos.
Mi primera reacción fue poner detalles en aquellos aborígenes, semi desnudos, entintados los hombres de rojo, las mujeres de negro y preguntarme: ¿que es lo normal?. Hasta ese momento del día lo mío, mi cotianidad me parecía lo mas normal, ni siquiera me lo cuestionaba y sin embargo, en este mismo planeta, a unos cinco mil kilómetros hay personas que ni siquiera saben que existen mas personas fuera de los quince o veinte personas de su tribu. No conocen un carro, ni lo ocupan puesto que no hay caminos, ni el teléfono, que tampoco ocupan si todos sus conocidos y familiares directos están a tiro de piedra, es más fácil darles un grito.
Entonces pienso, que así debe haber en New York, Paris y cualquier gran capital del mundo personas a los que mi cotianidad les parezca totalmente arcaica; que no comprendan como puedo vivir sin un GPS, sin un video teléfono y sin tantas cosas que la tecnología ofrece, o por ejemplo algo tan simple como la televisión por cable que todavía no esta disponible en la zona en que vivo. Que no les quepa como alguien pueda vivir en una pequeña ciudad de doscientos mil habitantes como la mía, en las que les pareciera no hay nada que hacer, con solo un cine, ni siquiera comprar lo que sea con solo tres o cuatro centros comerciales en su haber.
Que márgenes tan grandes de lo habitual, de la vida cotidiana para los humanos, desde el aborigen que solo sabe conseguir el alimento diario hasta el agente de bolsa en World Street, desde el asombro por ver por primera vez un helicóptero y mas aun tripulado por otros humanos que no son de mi pequeña tribu, hasta la reparación que llevaron a cabo ayer los astronautas en la Estación Espacial Internacional para que pudieran usar el baño.
Pero lo mas inquietante no es solo el margen de lo exterior, sino el margen de lo interior, ¿Qué hay de regla moral en esos hombres y mujeres perdidos en el Amazonas?, ¿Qué hay de Dios o dioses en ellos?, ¿Cómo conciben su lugar en la existencia?. Evidentemente es diametralmente distante de las grandes religiones, con sus dogmas, sacramentos, ritos, jerarquías, doctrinas…y sin embargo en algun momento partieron del mismo punto que estos indios; pues esta mas que demostrado que lo divino, la preocupación por lo trascendente es algo inherente al humano desde la prehistoria.
Para mí, un hallazgo así es un llamado a la humildad en todos, a no decir yo soy la punta de lanza en ciencia, tecnología, moral, religiosidad, conocimiento o lo que sea, todos estamos inmersos, por el solo hecho de vivir, en un proceso evolutivo multidimensional: económico-social, afectivo, físico, intelectual y espiritual.
Alcides
Mi primera reacción fue poner detalles en aquellos aborígenes, semi desnudos, entintados los hombres de rojo, las mujeres de negro y preguntarme: ¿que es lo normal?. Hasta ese momento del día lo mío, mi cotianidad me parecía lo mas normal, ni siquiera me lo cuestionaba y sin embargo, en este mismo planeta, a unos cinco mil kilómetros hay personas que ni siquiera saben que existen mas personas fuera de los quince o veinte personas de su tribu. No conocen un carro, ni lo ocupan puesto que no hay caminos, ni el teléfono, que tampoco ocupan si todos sus conocidos y familiares directos están a tiro de piedra, es más fácil darles un grito.
Entonces pienso, que así debe haber en New York, Paris y cualquier gran capital del mundo personas a los que mi cotianidad les parezca totalmente arcaica; que no comprendan como puedo vivir sin un GPS, sin un video teléfono y sin tantas cosas que la tecnología ofrece, o por ejemplo algo tan simple como la televisión por cable que todavía no esta disponible en la zona en que vivo. Que no les quepa como alguien pueda vivir en una pequeña ciudad de doscientos mil habitantes como la mía, en las que les pareciera no hay nada que hacer, con solo un cine, ni siquiera comprar lo que sea con solo tres o cuatro centros comerciales en su haber.
Que márgenes tan grandes de lo habitual, de la vida cotidiana para los humanos, desde el aborigen que solo sabe conseguir el alimento diario hasta el agente de bolsa en World Street, desde el asombro por ver por primera vez un helicóptero y mas aun tripulado por otros humanos que no son de mi pequeña tribu, hasta la reparación que llevaron a cabo ayer los astronautas en la Estación Espacial Internacional para que pudieran usar el baño.
Pero lo mas inquietante no es solo el margen de lo exterior, sino el margen de lo interior, ¿Qué hay de regla moral en esos hombres y mujeres perdidos en el Amazonas?, ¿Qué hay de Dios o dioses en ellos?, ¿Cómo conciben su lugar en la existencia?. Evidentemente es diametralmente distante de las grandes religiones, con sus dogmas, sacramentos, ritos, jerarquías, doctrinas…y sin embargo en algun momento partieron del mismo punto que estos indios; pues esta mas que demostrado que lo divino, la preocupación por lo trascendente es algo inherente al humano desde la prehistoria.
Para mí, un hallazgo así es un llamado a la humildad en todos, a no decir yo soy la punta de lanza en ciencia, tecnología, moral, religiosidad, conocimiento o lo que sea, todos estamos inmersos, por el solo hecho de vivir, en un proceso evolutivo multidimensional: económico-social, afectivo, físico, intelectual y espiritual.
Alcides