
La muerte nos congrega en torno al difunto, a algunos solo nos toca como un mero acto social, como para evitar el señalamiento social de nuestra falta de sensibilidad al no asistir al velorio. Como si asistir fuera a priori solidarizarnos con los deudos y, que al menos en lo que he visto eso es lo más lejos de un real apoyo moral.
La muerte, la conciencia de la muerte, nos sacude, nos hace sentir huérfanos ante la nada, por eso nos reunimos en torno al que acaba de dar ese paso; no sabemos que decir, que hacer, el dolor cala hondo a los cercanos, para los demás es ocasión de encuentro, de recordar, de decir las virtudes del muerto y las hazañas juntos.
Afuera del sepelio, entre bancas, sentados en el suelo de la calle, las risas a media noche resuenan hasta el lugar del ataúd, alguna o algun prudente manda callar a los escandalosos, “respeten muchachos… es que estamos recordando la aventura aquella cuando Ponciano…”
La muerte es ambigua, dolor para unos, fiesta para otros. La muerte es el último acto social que protagonizamos.
Hay quien planea su sepelio, como si fuera a tener conciencia en ese momento, pide música, ser depositado en tal o cual lugar, que no se le llore, que se le incinere. Precisamente queriendo montar su ultima fiesta, la de la muerte, como buen anfitrión; pero generalmente todo ultimo deseo son cosas para lucirse, como un ultimo egoísmo o al menos yo nunca he ido a un sepelio donde se repartan pastelillos porque así fue la ultima voluntad del muertito.
Alcides
La muerte, la conciencia de la muerte, nos sacude, nos hace sentir huérfanos ante la nada, por eso nos reunimos en torno al que acaba de dar ese paso; no sabemos que decir, que hacer, el dolor cala hondo a los cercanos, para los demás es ocasión de encuentro, de recordar, de decir las virtudes del muerto y las hazañas juntos.
Afuera del sepelio, entre bancas, sentados en el suelo de la calle, las risas a media noche resuenan hasta el lugar del ataúd, alguna o algun prudente manda callar a los escandalosos, “respeten muchachos… es que estamos recordando la aventura aquella cuando Ponciano…”
La muerte es ambigua, dolor para unos, fiesta para otros. La muerte es el último acto social que protagonizamos.
Hay quien planea su sepelio, como si fuera a tener conciencia en ese momento, pide música, ser depositado en tal o cual lugar, que no se le llore, que se le incinere. Precisamente queriendo montar su ultima fiesta, la de la muerte, como buen anfitrión; pero generalmente todo ultimo deseo son cosas para lucirse, como un ultimo egoísmo o al menos yo nunca he ido a un sepelio donde se repartan pastelillos porque así fue la ultima voluntad del muertito.
Alcides
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