
Llego la tarde del viernes, salir de la oficia a casa,
escuchar música en el carro,
sentir que haz hecho tu mejor esfuerzo,
que no todo salio como lo planeaste,
pero saber que en el fondo lo que fallo no dependió de ti.
Viernes, tarde con el sol entre nubes, viernes.
Y mientas vengo en el coche pienso.
Parado a la mitad de mi vida, veo hacia atrás,
veo hacia adelante,
lo que paso parece tan fugas
lo que viene parece tan lento.
Parado en mis treinta y cuatro.
No se lo que el destino me depara,
no creo en ese señor,
creo en que somos los fabricantes
de nuestras risas, de nuestras lagrimas,
y aun así no falta alguna de ellas
que llega de forma fortuita.
¡pero fortuita no porque este escrita!,
lo que importa es como asumirla.
Vivir es sentir, desear, amar,
inventar una hora entre las doce y la una,
vivir es pararse a media vida
y decir no se a donde voy
pero me siento bien,
y me sienta bien este no saber de lo que seré,
me sienta en el corazón.
Me quiero enamorar del millón de pequeñas cosas
que es la vida:
de los viernes y los lunes,
de las misas eternas del señor obispo,
del mormon, del ateo feliz
del vuelo del ave fénix,
de esas cosas que hacen una vida,
del gota a gota, de escena en escena…
y de todas las que conforman esta experiencia
de vivir.
Pero no de una forma hueca, intrascendente,
sino con la razón en la mano,
con la búsqueda en la otra.
Alcides
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