martes, 22 de julio de 2008

¿Creyente igual a ingenuo?



A menudo me he topado con el prejuicio de que el creyente es una persona ingenua, que ante el sin sentido de la vida opto por asumir realidades especulativas o que por apatía intelectual decidió culpar a un ser superior de todo lo incognoscible hasta ahora, o como dijo K, Marx: la religión es el opio de los pueblos (y la medida de su ignorancia).
Así que Dios viene siendo como la cueva que resguarda a los cobardes de la tormenta que la ciencia y tecnología han desatado sobre la humanidad.
De entrada, y para seguir en el tenor intelectual, como dice Luc Ferry no hay un filosofo serio que pueda deja de pronunciarse sobre lo trascendente, sobre aquello que brota desde dentro mismo del ser y que suele llamarse espíritu. Un buen filosofo debe dilucidar sobre lo intangible y responder a las dos primeras preguntas que surgieron y que aun no encuentran consenso: ¿Por qué estamos aquí?, ¿hacia donde vamos después de la muerte?.
No faltara el que se salte el tema en aras de un materialismo, modernismo o pragmatismo con el argumento de que “esta suficientemente discutido y demostrado que somos materia, no hay dioses alguno en el universo y estamos aquí por una combinación azarosa de moléculas”; sin embargo esta simplificación de la simplificación (perdón por la redundancia) es errónea y deficitaria. Solo es un negarse a asumir el tema por miedo a descubrir la verdad.
El comunismo y socialismo del siglo pasado son una muestra fehaciente de este error, pretendieron negar todo lo “espiritual” diciendo que solo era una manifestación de la materia. En ello signaron su propia tumba pues un humano sin espíritu es un tirano y en tiranías se volvieron los gobiernos de corte marxista-leninista.
Ahora bien, de los hombres de fe se pueden decir muchas cosas malas, eso es innegable, la contradicción es raíz profunda en el individuo y aquel que se dice seguidor del bien, no queda exento de esa doble naturaleza que cohabitan en el corazón mismo de cada uno. Sin embargo, por ello los no creyentes suelen señalar al creyente de hipócrita, doble cara, etc. No dudo, y conozco muchos casos de quienes hacen de la fe un mercado, el modo fácil de obtener un modus viven di, sin embargo subsisten en las religiones suficientes ejemplos de personas que luchan por vivir en congruencia. No dudo que aun estas minorías caigan, fallen o pequen –como guste llamarle-, pero soy un convencido de que el verdadero hombre espiritual es aquel que ha ido renunciando poco a poco y con esfuerzo al llamado del mal.

Alcides

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