domingo, 27 de julio de 2008


Católicos hipócritas.

Martina dice que todos los católicos somos una sarta de hipócritas, especialmente los sacerdotes. ¿Por qué?, porque descubrió al cura de su pueblo en plena sesión de amores con doña Casta, la presidenta de las damas de la vela perpetua; así que según Martina, en vista de nuestra declarada hipocresía, mejor se va a cambiar de religión o mínimo ya no va a participar en su parroquia.
Ponerme a justificar sacerdotes no es mi intención; la Iglesia es una santa y una pecadora, sin embargo ingenuamente se cree que la santidad se da en lo concreto y la pecaminosidad es una abstracción, algo que se dice por falsa humildad, como para no decir solamente que es una santa. El pecado es algo real, especifico e inherente al ser humano sea cual sea su raza, credo, sexo o jerarquía.
Las fallas de los demás nos desalientan, mas si es una falla moral en un supuesto líder moral, eso nos golpea en la esperanza, nos hacen replantearnos nuestra fe, surge la necesidad de justificar nuestra identidad. Para mi todo esto es positivo, basta de ingenuidad religiosa, basta de una laicidad de misa de domingo y confesión mensual. La gran masa de laicos requiere tomar conciencia de la realidad que guarda su Iglesia. Ya no alcanza con vivir la sacramentaria, por eso esta en crisis el catolicismo.
Si, estamos en crisis, básicamente de credibilidad, nadie nos cree que venimos con el anuncio de la una buena nueva, ni siquiera nosotros mismos nos creemos, somos una aplastante mayoría entre la población, pero solo estamos adoctrinados, porque fuimos de niños al catecismo, nos sabemos unos cuantos rezos, bautizamos a nuestros hijos, pero hasta allí. No hay una real vida de fe, solo una participación esporádica en la vida de la Iglesia a la cual acudimos para que nos adormezca de nuevo esa necesidad interna de Dios.
No nos interesa Dios, porque nadie nos enamora de Dios, ni siquiera la Iglesia misma habla de El, se habla de verdades, de recto camino, de amar al prójimo y de todo aquello que es “bonito”; como si Dios fuera algo “bonito” en términos humanos.
¿Queda alguna esperanza?, creo que si, ante todo la Iglesia no es una obra de hombres sino de Dios, he allí su verdadera santidad, creo que si bien son tiempos de crisis, lo son en función de un cambio, cambio que va en el sentido de un despertar a la realidad que presenta el mundo moderno; y lo curioso es que la gran mayoría de los que conforman activamente la Iglesia lo saben, sabemos de la necesidad de un cambio en nuestra actitud, en nuestra forma de anunciar a Dios, una forma mas eficaz, sin embargo todavía no encontramos la forma de lograrlo.

Alcides

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