
Hace unos días me entere de lo que a continuación relato; que es sobre un pequeño velero llamado Mí, tan pequeño en su género que escasamente llevaba a medir ocho pies de proa a popa.
Mi nació en el Océano de las Ideas, y, desde su primer día en el agua el instinto lo impulso a buscar el Puerto de la Verdad; como solo podía llegar a ese lugar –que es una especie de paraíso para barcos- navegando, decidió pues, desplegar lo mas que podía sus velas.
Claro esta que Mi no era el único en estos mares, por el contrario, había millones de barcos mas y todos buscaban el Puerto de la Verdad, pero en direcciones y sentidos tan diferentes que frecuentemente Mi se topaba con barcos que venían de frente a el y hasta uno que otro de estos se llego a mofar del camino de llevaba Mi.
Para complicar mas este calidoscopio de opciones, existían lo que en nuestros mares llamamos “corrientes marinas”, pero entre los barcos de este mar se llamaban “ismos” que igualmente arrastraban a las embarcaciones fácilmente. Entre los Ismos mas peligrosos estaban el Consumismo, el Pragmatismo, el Inmediatismo, el Agnosticismo, por mencionar solo los principales.
Un buen día, después de mucho navegar sin encontrar, Mi se sintió angustiado y abrumado; pues había surcado tantas y tantas millas náuticas sin vislumbrar siquiera aquel puerto al que todo buscabas. Y sentía que su vida corría sin sentido.
Entonces en un acto que fue catalogado por sus compañeros como locura, se soltó gritándole al instinto: ¿Dónde estas?, ¿Existe realmente el Puerto de la Verdad o es solo un invento tuyo?, ¿Por qué no nos das una pista concreta?, así paso largo rato gritando y gritando. Pero el Instinto es un señor muy prudente, pero no sordo, por ello guardo silencio; al final, puso a un lado del timón de Mi un pequeño arbolito de Esperanza en su maceta de barro.
Ese día Mi entendió, que si existía un Árbol de la Esperanza, debía existir también una tierra junto al mar donde estos se dieran por doquier y por lógica debía existir el Puerto de la Verdad a donde los barcos que al final resistieran todas las peripecias de la búsqueda pudieran llegar.
Por ello Mi, guarda el Árbol de la Esperanza, como prueba de que el Puerto de la Verdad existe mas allá de todos los horizontes.
Alcides
Mi nació en el Océano de las Ideas, y, desde su primer día en el agua el instinto lo impulso a buscar el Puerto de la Verdad; como solo podía llegar a ese lugar –que es una especie de paraíso para barcos- navegando, decidió pues, desplegar lo mas que podía sus velas.
Claro esta que Mi no era el único en estos mares, por el contrario, había millones de barcos mas y todos buscaban el Puerto de la Verdad, pero en direcciones y sentidos tan diferentes que frecuentemente Mi se topaba con barcos que venían de frente a el y hasta uno que otro de estos se llego a mofar del camino de llevaba Mi.
Para complicar mas este calidoscopio de opciones, existían lo que en nuestros mares llamamos “corrientes marinas”, pero entre los barcos de este mar se llamaban “ismos” que igualmente arrastraban a las embarcaciones fácilmente. Entre los Ismos mas peligrosos estaban el Consumismo, el Pragmatismo, el Inmediatismo, el Agnosticismo, por mencionar solo los principales.
Un buen día, después de mucho navegar sin encontrar, Mi se sintió angustiado y abrumado; pues había surcado tantas y tantas millas náuticas sin vislumbrar siquiera aquel puerto al que todo buscabas. Y sentía que su vida corría sin sentido.
Entonces en un acto que fue catalogado por sus compañeros como locura, se soltó gritándole al instinto: ¿Dónde estas?, ¿Existe realmente el Puerto de la Verdad o es solo un invento tuyo?, ¿Por qué no nos das una pista concreta?, así paso largo rato gritando y gritando. Pero el Instinto es un señor muy prudente, pero no sordo, por ello guardo silencio; al final, puso a un lado del timón de Mi un pequeño arbolito de Esperanza en su maceta de barro.
Ese día Mi entendió, que si existía un Árbol de la Esperanza, debía existir también una tierra junto al mar donde estos se dieran por doquier y por lógica debía existir el Puerto de la Verdad a donde los barcos que al final resistieran todas las peripecias de la búsqueda pudieran llegar.
Por ello Mi, guarda el Árbol de la Esperanza, como prueba de que el Puerto de la Verdad existe mas allá de todos los horizontes.
Alcides
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